09、VIII, 2, 18th Sunday in Ordinary Time (B) Trilingual Bible

I am the bread of life. Yo soy el pan de vida(Jn 6,35) 私は命のパンである。

(English) Jesus encourages us to be like Him, bread of life. To be bread does not mean to devour each other (through enemities and criticisms), but to give life and hope to each other. Unless we give life to each other, through our sharing of life and hope, our Sunday Mass will become meaningless.

(Japanese) イエスは私たちを励まし、イエスと同じように「命の糧」になるように勧めます。互いに命のパンになるとは何でしょうか。たがいに非難しあったり噛みつけたりするのではなく、互いに分かち合うことによって命と希望を与え合うという生き方を求めることです。

(Español)

No hay Misa sin mesa

Si nuestras misas no se construyen sobre comunidades que imitan a Jesús al partirse, repartir y compartir, merecen la crítica de Malaquías “No acepto la ofrenda de vuestras manos” (1, 10) o la de Amós: “Detesto y rehúso vuestras celebraciones, no me satisfacen vuestras reuniones litúrgicas) (5,21). Jesús más bien señalaría las estadísticas de la crisis económica actual y diría : “Dadles vosotros de comer” (Mt 14,16).

A misa no se va para “despacharse” por haber “cumplido el precepto”, sino a celebrar, compartir y convivir. No hay misa sin mesa, en la que se comparte la vida, la fe y la Palabra y Pan de vida que las alimentan. No hay ofertorio con sentido, si no refleja la solidaridad compartida.

Puede celebrarse sin ornamentos y sin rúbricas, pero no sin comunidad. Le preguntan a Jesús en qué templo adorar y contesta: “En Espíritu y Verdad” (Jn 4, 24), es decir, la comunidad, reunida por su Espíritu de Verdad, prolonga el cuerpo de Cristo y sustituye al templo antiguo.

A mediados del siglo pasado, en los altares laterales de la capilla del seminario celebraban la misa varios sacerdotes a la misma hora, cada uno a solas en su altar con un acólito. Un sacristán era capaz de ayudar en tres altares, yendo y viniendo con lavabos y vinajeras (y de paso se tomaba un sorbito del vino que sobraba...). Desde el Concilio Vaticano II se recuperó el sentido convivial de la eucaristía, en torno a la mesa, compartiendo la vida, el Pan y la Palabra.

Si la última cena de Jesús con sus discípulos se hubiera celebrado en Nagasaki, Jesús habría tomado en sus manos un cuenco de arroz y una taza de te o una copa de “sake” para decir: Esta es mi vida, aquí pongo yo mi vida, que se parte y reparte, repetidlo en memoria mía.

No decimos: “Este pan es mi cuerpo”, sino: “Esto es mi cuerpo”. “Esto” no es solamente pan y vino, sino lo que ellos representan: la vida entera de la comunidad reunida; sobre ella pedimos que venga el Espíritu a consagrarla y convertirla en cuerpo y vida de Cristo para la liberación del mundo.